Entre las parroquias viguesas de Coruxo y Canido (San Miguel de Oia), y al lado de la conocida Praia do Vao, se encuentra La Villa romana de Toralla, una excavación arqueológica de una villa romana convertida en un museo al aire libre.
Son de los pocos ejemplos de Villa Romana del siglo IV que se conservan en Galicia y está entre una gran arboleda dentro de la Finca Mirambell, que recibe el nombre de la familia propietaria durante muchos años, descubridores del yacimiento además de industriales emprendedores de los que luego hablaré.
Los terrenos pasan a manos del Ayuntamiento de Vigo en el año 1992 y es a partir de ahí cuando se comienzan las excavaciones hasta ser abierto al público en el 2007. Seis años más tarde se realiza restauración (de dudoso gusto para mucha gente) de la vivienda particular de la familia construida en 1940, para convertirla en Centro de Interpretación. Es en ese momento cuando encuentran más restos arqueológicos romanos que dan idea mas aproximada de la gran amplitud que debía tener esta mansión.
El recinto está rodeado de una valla de madera y se puede visitar gratuitamente durante su horario de apertura. Cuenta con paneles informativos entre las distintas edificaciones e instalaciones como lo que sería la residencia principal, la de los sirvientes o el espacio de las termas, que además de ser aprovechadas para el baño servían de calefacción para las viviendas gracias al "hipocausto", permitiendo la circulación del aire caliente procedente del horno.
Este tipo de "villae costeras" se dedicaban a la pesca, la salazón y explotación de salinas, y se sabe de las existencia de algunas más a lo largo del litoral vigués.
En la época final del Imperio Romano el arenal del Vao y Canido estaban unidas a isla de Toralla por una barra de arena, y se tiene constancia de que la isla también estuvo poblada antes de que existiese la villa de la que estamos hablando, ya que se encontraron restos de un castro prerromano y un cementerio.
Durante los meses de verano se organizan visitas teatralizadas gratuitas que nos hacen viajar en el tiempo con sus trajes de época y con una recreación de lo que sería la vida aquí, con sus costumbres, sus luchas de gladiadores e incluso con una boda romana.
Este año 2020 como consecuencia de la pandemia, se ha reducido el aforo y se añadió espectáculos musicales a los eventos. Todo ha cambiado en este año extraño con la esperanza de que todo vuelva pronto a la normalidad, como en estas fotos de hace unos años.
Mucho después de los romanos, otros fueron los habitantes de esta finca y otros fueron los usos que se le dieron a sus instalaciones. Nos trasladamos ya al siglo XVIII cuando aquí estaba situada una fábrica de salazón y posteriormente cuando Tomás Mirambell nacido en El Masnou (Barcelona) se fija en estos terrenos para montar una de sus empresas.
Se trataba de Cordelera Ibérica una de las empresas mas avanzadas tecnológicamente del Vigo de la época, que se instala en 1884 ocupando una superficie de 5453 metros cuadrados dedicados a la fabricación de cuerdas, hilos y cordeles para empresas pesqueras y para trabajos en minería y construcción. Finalizaría su producción en 1904.
Sus propietarios serían los catalanes Tomás Mirambell, Domingo Ferrer y Antonio Fontenills, sumándose años más tarde el político Eugenio Montero Ríos. Se dice que llegó a contar con más de 100 operarios (mayoría mujeres), entre los cuales había algunos ingleses especialistas en su maquinaria de vapor vanguardista para aquellos años en Galicia. Contaba con una caldera Cornish de 20 CV que era la encargada de mover las 32 máquinas con las que contaba la fábrica.
Por la gran calidad de sus productos, recibe en 1889 una medalla de oro en la Exposición Universal de París. Tenía mina propia de agua, una chimenea de 20 metros de altura cuyo humo negro se divisaba desde varios kilómetros de distancia, un muelle propio para recibir materia prima y exportar su mercancía a lugares como Cataluña, A Coruña y La Habana, y en la finca también había zona de vivienda y huerto.
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