Como he comentado anteriormente, este punto de la costa se ha convertido en el más visitado por la gran publicidad que se ha hecho una vez que se han instalado pasarelas de madera para su recorrido,
en lo que antes era un pequeño camino de servicio hacia la baliza situada en el extremo de la costa y que es el final de la ruta.
Nos hemos desplazado desde el sur de la comunidad gallega, como sabréis los seguidores del blog, con la ilusión de conocer esta maravilla de la naturaleza como la han calificado en muchos diarios nacionales y agencias de turismo, y como suele pasar en estos casos de tanta promoción, con el previo aviso de que suele estar abarrotada la ruta y hay poco sitio para aparcar.
La ruta es apta para toda la familia aunque no está adaptada para personas con movilidad reducida por los tramos de escaleras y tramos estrechos de tierra que tiene. Si lleváis niños pequeños, que no sea en sillita de paseo porque no podréis pasar.
Bueno, y vamos al lío. Después del gran madrugón que nos pegamos para llegar a una hora "prudente" a la zona y que no estuviese masificada, llegamos al aparcamiento habilitado donde comienza la pista forestal de kilómetro y algo antes de llegar al cabo. Ahora es obligatorio dejar aquí el coche aunque antes se podía acceder hasta el saliente.
Ahí mismo ya encontramos un puesto ambulante de perritos y hamburguesas... lo bueno y lo malo del turismo masificado 😕
Llegamos sobre las 10 de la mañana y en el parking habría unos 5 coches, estupendo! poca gente de momento.
Una vez recorrida la amplia pista forestal entre pinos y eucaliptos, llegamos al meollo de la cuestión. El paisaje se despeja y nos deja observar el inmenso Mar Cantábrico en todo su esplendor y los pequeños acantilados que forma la costa en la ensenada da Pereira, enfrente vemos una pequeña isla llamada Illa Coelleira en la que se puede ver desde la distancia el edificio del faro ubicado en la misma, y que además alberga las ruinas de lo que fue un monasterio Templario del siglo XI.
Las vistas desde luego son espectaculares y a medida que avanzamos todavía más.
Ya podemos divisar las pasarelas de madera en forma de zig zag monte arriba, y es aquí cuando mi hijo dice: mamá hay que andar todo eso? claro que le convenzo con lo que nos vamos a encontrar y las vistas al mar tan chulas que vamos a ver, y no le cuento que después de esa loma viene otra que todavía no se ve 😛
Pero el camino se hace muy ameno, foto por aquí, foto por allá...
Y llegamos al final de nuestro destino, tras una pendiente con escalones de cemento, vemos la baliza verde de señalización que será el punto donde tendremos que dar la vuelta y desandar todo el camino, no sin antes tomarnos un tiempo de relax y disfrutar de las vistas.
La vuelta la hacemos más despacio porque las fuerzas empiezan a aflojar y el calor a apretar a pesar de que estamos a finales del mes de septiembre.
Y después de la fuerte pero corta subida de tierra y piedras, antes de empezar entre el bosque, hay unos bancos de madera donde nos sentamos un rato y empezamos a contar nuestras impresiones del recorrido.
La opinión fue unánime, y dicen que los niños nunca mienten!
- la verdad es que es una pasada, vaya vistas!
ver la inmensidad del mar ante nosotros, la ría de Viveiro hasta Punta Fontáns y por otro lado los acantilados de Vicedo con la Isla Coelleira ... es todo un placer para los sentidos 🌊
y no podemos evitar comparar lugares similares en los que hemos estado como la subida al Faro de Islas Cíes, Cabo Ortegal, San Andrés de Teixido, Acantilados de Loiba o la Costa de la Vela...
Y tras la deliberación de unos quince minutos, proseguimos el camino hacia el aparcamiento para coger los coches y continuar nuestra ruta por la costa lucense porque nuestro fin de semana no hizo más que empezar!
Localización del aparcamiento e inicio de ruta:
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